Formación

La formación para la vida religiosa en la Congregación de las Religiosas Misioneras de Nossa Senhora das Dores busca dar a todas las Hermanas y Formandas las condiciones para descubrir y asumir el proyecto de Dios en sus vidas. Cada Comunidad de la Congregación está invitada a comprometerse con el proceso formativo, según la realidad en la que se inserte. Mediante su vida, donación y servicio, cada Comunidad busca ser un signo que despierte en los jóvenes el deseo de vivir siguiendo a Jesús en la Vida Consagrada.

Etapas de Formación Inicial

Aspirantado: tiempo de darle seguimiento a la Formanda más de cerca. «Venid y veréis» (Jn 1,39). Posibilidad de una experiencia de vida fraterna en Comunidad. Es hora de un conocimiento mutuo entre la Aspirante y la Congregación.

Postulantado: período para que la Formanda descubra nuevos valores. «¡Hemos encontrado al Mesías!» (Jn 1,41). Es hora de madurar en su crecimiento humano y cristiano, de fortalecer su vocación religiosa y de integrarse progresiva y libremente. Es un tiempo privilegiado para llevar a cabo una experiencia de vida más comprometida y participativa en la Comunidad.

Noviciado: tiempo para que la Formanda se encuentre, conozca y viva la experiencia íntima de la persona de Jesús, dejándose transformar por Él. Profundizar las exigencias de seguirle a Él (Jn 1,43), buscando comprender las llamadas de Dios en los retos de la historia según el Carisma misionero de la Congregación.

Juniorato: tiempo para perfeccionar y solidificar la formación recibida en las etapas anteriores. La búsqueda de ser fiel y perseverante en la experiencia de los votos, inserta en una comunidad que seguirá velando por su crecimiento y amor por la vida consagrada.

Formación Permanente

La Formación Permanente en la Congregación es un proceso continuo que abarca todas las dimensiones de la vida, es un camino propicio para el perfeccionamiento de la vocación y la misión.

La Formación Permanente busca sensibilizar a cada Religiosa a la integración del proceso de maduración, del envejecimiento con paz, serenidad, equilibrio, alegría y esperanza renovada. Es como el mortero que le da consistencia, solidez, soporte y mantiene unidos a los ladrillos del edificio formativo. Es un proceso que tiene lugar, ante todo, dentro de la misma persona, mediante la asimilación continua de los valores evangélicos, la configuración cotidiana a Cristo, la experiencia personal y comunitaria de la vida de oración y de intimidad con el Señor, la meditación de la Palabra de Dios, la participación asidua en los Sacramentos, la aplicación a los estudios y preparación profesional y el vivir el compromiso misionero en comunión con toda la Iglesia.

«Permaneced en mi amor y daréis fruto en abundancia, porque, separados de mí no podéis hacer nada». Jn 15,5