La JMJ, una experiencia de fe y de compartir

juventudes

Después de vivir la JMJ y la hermosa experiencia de MAGIS Portugal, momentos tan significativos, no cabe duda de que han quedado profundas huellas en mi alma. Fueron días intensos de compartir y vivir la fe, y me siento en estado de gracia por haber podido participar en estas experiencias.

El Papa Francisco dijo en uno de sus discursos que no fuimos llamados por casualidad, Dios nos llamó por nuestro nombre, no somos cristianos por casualidad, somos llamados porque somos amados gratuitamente por Jesús. Con esta certeza recuerdo este tiempo de gracia.

Todo comenzó con los momentos en línea ofrecidos a la delegación Magis Brasil, que tuvo su punto fuerte de integración en la acogida de toda la delegación en el Anchietanum (Centro Juvenil) /SP, donde afirmamos nuestra pertenencia como delegación, vivimos un encuentro que nos llevó a acogernos como hermanos y amigos.

En esta hermosa energía, partimos para Lisboa, donde fuimos recibidos en Vila Magis al son de la música y danza brasileña, en un encuentro de tantos jóvenes venidos de los más diversos lugares con un mismo objetivo: ser parte de un futuro de esperanza en el que haya lugar para todos, reafirmamos en nosotros la hermosa espiritualidad ignaciana en las diferentes experiencias a las que fuimos enviados.

En Serra da Estrela, un grupo de 20 personas fue invitado a sumergirse en la Fe y la Espiritualidad a través de la CNV (Comunicación No Violenta), aprendiendo en contacto con la naturaleza a entrar en una profunda conexión con lo personal/comunitario, aprendiendo una nueva forma de comunicarnos, acogiendo y desarrollando nuestro espacio de libertad.

Optando por la CNV como camino, porque Dios nos acoge y acepta incondicionalmente en su amor gratuito, descubrimos que es importante tomar conciencia de nuestros propios sentimientos, porque cuando somos conscientes de ellos llegamos a ser capaces de nombrar las necesidades y pedirlas en lugar de juzgar y condenar al prójimo.

Y de este encuentro de culturas y lenguas con jóvenes ignacianos, fuimos enviados a un encuentro mayor con diferentes espiritualidades, lenguas, culturas y pueblos, pero una cosa me dejó extasiado: ver aquella multitud de jóvenes diferentes con un punto en común: la búsqueda del encuentro con Jesucristo y el estar con el Papa Francisco. Esto me dio la convicción de que la Iglesia vive y sigue caminando, porque jóvenes representantes de naciones, comunidades y regiones estaban allí haciendo eco del grito a los cuatro rincones de Lisboa y del mundo: «¡Esta es la juventud del Papa!»

Somos comunión, sinodalidad en la diversidad, sobre todo, somos amados y en esta certeza estamos llamados a formar parte de una Iglesia que, en sus orígenes, es acogedora y está dispuesta a llegar a todos, como resonó en el corazón de tantos la voz del Papa, junto con la de los jóvenes presentes: «En la Iglesia caben todos, todos, todos» Esta llamada insistente, que es posible, se hace realidad y nos convertimos en una comunidad de hermanos y hermanas que se acogen y se aman, asumiendo así nuestra identidad.

 

Hermana Josiane de Souza Horta, RMNSD