«Tu vienes, tu vienes, ya escucho tus señales»

Reflexiones Bíblicas

¡Se acerca la Navidad! La música, las luces, los pinos, las estrellas y, sobre todo, el pesebre modifica los ambientes, llenándolos de alegría, para decirnos que, pronto, viviremos una nueva época en nuestras vidas, porque alguien muy especial vendrá a visitarnos: Niño Jesús, Hijo de Dios, un regalo de arriba que nos dieron las manos de María y José.

La Navidad es esencialmente la celebración del nacimiento de Jesús. Por tanto, Él es el centro de la fiesta, el motivo de las celebraciones que tendremos, los regalos que intercambiaremos y la cena que compartiremos con nuestra familia y amigos. En todo lo que hagamos durante la Navidad, lo haremos para recordar que Jesús nos ama y que quería morar entre nosotros. Así, el recuerdo de su amor por la humanidad debe llenarnos de alegría y renovar nuestras esperanzas, al fin  no estamos solos, pues el Emmanuel – Dios con nosotros – camina a nuestro lado, habita entre nosotros y nos garantiza su compañía todos los días, incluso el fin de los tiempos (cf. Mt 28,20).

Participar en cualquier fiesta requiere un mínimo de preparación por nuestra parte. Cuando nos invitan a una celebración – cumpleaños, boda, graduación – tenemos que dar algunos pasos, como, por ejemplo, reservar la fecha en el calendario, comprar un regalo para el que se va a celebrar, elegir la ropa más adecuada. etc. Sobre todo, debemos prepararnos internamente, sintonizando nuestro corazón con la persona que nos invitó a su fiesta. Así, en cierto modo, las medidas de preparación ya anticipan la futura celebración y actualizan, en nosotros, la presencia de los que estarán celebrando.

En Navidad, el mismo Jesús nos invita a su fiesta de cumpleaños. Entonces, ¿cómo podemos prepararnos para celebrar un momento tan especial con Él?

La Iglesia, madre y maestra, nos ofrece el Adviento como tiempo privilegiado de preparación para la celebración del nacimiento de Jesús. La palabra latina adventus significa venida o llegada, y da nombre al primer período del año litúrgico, que es precisamente la preparación para la llegada de Jesús en Navidad. El Adviento dura cuatro semanas, desde el primer domingo de diciembre hasta la primera víspera de Navidad.

Cada día de Adviento trae consigo una nueva oportunidad para prepararnos mejor para recibir al Niño Jesús en nuestro corazón. Así, el tiempo de espera se convierte también en ocasión de conversión personal (cambio de vida), hasta que Cristo se forme en nosotros (cf. Gá 4,19).

Como Iglesia, creemos que nuestra conversión personal y comunitaria es el mejor regalo que podemos ofrecer al Santo Niño que nos llega en Navidad. Entonces, en este Adviento, pensemos en lo que nos gustaría ofrecerle a Jesús, seguros de que para Él no hay don más precioso que nuestro propio corazón.

He aquí una “lista de regalos” que podemos ofrecerle a Jesús y que sin duda le harán sonreír: rezar más y leer la Palabra de Dios con más asiduidad; abandona cualquier adicción; ofrece perdón y busca la reconciliación; visitar a alguien que necesite atención y compañía; Organizar campañas de solidaridad que, por ejemplo, destinen alimentos, ropa y juguetes a hospitales, orfanatos y residencias de ancianos (¿qué otros “obsequios” siento que puedo y debo agregar a esta lista?).

¡Se acerca la Navidad de Jesús! “Alegrémonos: no puede haber tristeza cuando nace la vida” (San León Magno). Todos estamos invitados a la fiesta. Que no nos encuentre desprevenidos cuando llegue. Por eso, para no sorprendernos, hagamos, desde ahora, un pesebre de nuestro corazón para acoger al Niño Jesús. Y durante todo el tiempo de Adviento, recemos con alegría: ¡“Maranatha”! ¡Ven, Señor Jesús!

Por Hno. Rafael Ferreira Júnior, FMS