¡Ser Misionero es ser un Anunciador de la Esperanza!

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¡Sabemos que ser un Discípulo-Misionero de Jesús en la sociedad actual es a menudo ir contra la corriente!

Y hoy, más que nunca, se nos invita a ir contra la corriente que desanima, que quita a tanta gente la voluntad de salir adelante, siendo heraldos de la esperanza. Hay que anunciar la esperanza, pero no como una simple postura de esperar en su sitio hasta que las cosas cambien, sino creer y avanzar hacia el cambio en una esperanza activa y colectiva que llamamos esperanza, ¡que es un verbo transitivo y pronominal directo!

Creer de manera especial en aquello que anunciamos, que es, por tanto, el centro de nuestro anuncio, Jesucristo que ha hecho de la BUENA NOTICIA su proyecto de vida.

Como bien nos recordó el Papa Francisco en su audiencia del 4 de octubre de 2017: «No somos profetas de la desgracia. La esencia de su anuncio es lo contrario, lo opuesto a la desgracia: es Jesús, que murió por amor y al que Dios resucitó en la mañana de Pascua. Este es el núcleo de la fe cristiana. (…) Los Evangelios no terminan con el Viernes Santo, van más allá; y es precisamente este fragmento más el que transforma nuestras vidas (…) ¡Jesús ha resucitado! Este hecho inesperado pone patas arriba la mente y el corazón de los discípulos. Somos heraldos de la resurrección de Jesús no solamente con palabras, sino con hechos y con el testimonio de nuestras vidas! Jesús no quiere discípulos que únicamente sepan repetir fórmulas aprendidas de memoria. Quiere testigos: personas que difundan la esperanza con su forma de acoger, sonreír y amar. Sobre todo de amor: porque la fuerza de la resurrección hace a los cristianos capaces de amar incluso cuando parece que el amor ha perdido la razón.

Deseo, pues, que seamos capaces de salir de nuestro lugar y anunciar con nuestra vida la gran motivación de nuestra vida, en un movimiento interno y externo de esperanza por lo nuevo, que es posible y puede estar cerca, si nos damos la mano y hacemos espacio juntos para visualizar en el horizonte el Sol que sale después de la tormenta.

Hermana Josiane de Souza Horta – RMNSD