María discípula de Jesús

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Cuando yo era niño, todos los años íbamos pasear em Rio de Contas, tierra de origen de mi abuela materna. Así que llegaba allá iba corriendo para una casa donde vivía la Familia Trinidad que guardaba la Imagen de una Mujer sentada con un libro enseñando una niña. Yo quedaba avergonzado. Me gustaba mirar. Cuando yo volvería para casa, siempre preguntaba para mi abuela quien era aquella mujer y aquella niña y el que significaba aquel libro. Mi abuela respondía: “Es Santana enseñando a su hija Maria, la madre de Jesús, las escrituras. Es Maria aprendiendo la historia del pueblo y la acción de Dios en lo medio de Él”.

Me sigo preguntando: Aquella niña llamada María, desde pequeña, estaba abierta a aprender, al discipulado- en aprender y enseñar la seguir y obedecer. Más tarde va responde al ángel: “He aquí la sierva del Señor. ¡Hágase en mi según tu Palabra! ” (Lc 1,38) Un sí determinante para una nueva historia. Maria aprende a ser señal de alegría, de Esperanza y de felicidad “en el arte de vivir el amor de Dios”. Ella depositó como aprendiz, “toda su alma y todo su corazón en la plena adhesión a la voluntad de Dios”. Maria en Cana, ella entiende que la vida es “servir, donar, compartir” en cualquier circunstancia.

Y durante toda la su vida ella está abierto al aprendizaje. Permanece en la Palabra, ama el próximo y produce frutos. Mantiene un relacionamiento cotidiano con el Maestro. La manera de ser de Dios es la manera de ser de Jesús. Maria, entonces, “encarna “en ti misma la manera de ser de Jesús que es la voluntad de Dios. Misionera por excelencia se torna peregrina en la fe y darse cuenta, que el lugar normal del encuentro con Dios, es justamente yendo al encuentro del otro.

“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros.” (Juan 13,35)

El pedido de Jesús para los que creen es este: “van y hagan discípulos”, y después ordena “enseñándolos a obedecer a todo lo que yo le ordene”. (Mt 28, 19-20)

Que seamos discípulos y discípulas todos los dias de nuestra vida!

Por Robério Virgens Aires, Misionero Laico de Nuestra Señora de los Dolores y Vicepresidente de Cáritas / Diócesis de Caetité – Bahia