En este artículo, quisiera retomar las palabras del Papa Francisco en la carta dirigida a los participantes de la XXXVI Asamblea General del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), celebrada en mayo de 2017. El Papa recordó a los participantes la celebración de los 300 años de Aparecida. En la ocasión, dijo que tres pescadores sencillos y humildes salieron a trabajar como todos los días y allí se sorprendieron con un hallazgo que cambió el rumbo de sus pasos. Según el Papa, fueron encontrados por una pequeña imagen cubierta de barro. Fueron encontrados por Madre Aparecida. El Pontífice enumeró tres aspectos importantes de esta historia: El primero se refiere a los pescadores. Eran pocos, acostumbrados a su trabajo de desafiar las incertidumbres que el río les deparaba. Conocedor de la generosidad del río, pero también de la agresividad de sus desbordes. Acostumbrado a la inseguridad de no saber nunca cuál sería el beneficio de una jornada de trabajo completa.
La imagen de los pescadores recuerda la vida de tantos hermanos y hermanas, rostros que salen desde el amanecer hasta la noche para ganarse la vida. Y lo hacen con la incertidumbre de no saber cuál será el resultado. Y lo que es más grave, recuerda el Papa, “es que muchas veces salen a afrontar las inclemencias que genera uno de los pecados más graves que azota a nuestro pueblo: la corrupción, que arruina vidas, arrojándolas a la más extrema pobreza. Corrupción que destruye poblaciones enteras, sometiéndolas a la precariedad. Corrupción que como un cáncer corroe la vida de nuestro pueblo.” El segundo aspecto se refiere a la madre. “Una madre atenta, que sigue la vida de sus hijos, que aparece donde nadie la espera. Los espera allí, en medio del barro. Ahí está ella con sus hijos, ahí los espera en medio de sus luchas y búsquedas. La madre que no tiene miedo de ensuciarse para renovar la esperanza.” El Papa destaca aquí la característica de este amor de Dios que en María “desciende” y “entra” en la vida humana y, yendo más allá, “se sumerge” en el espacio donde están las personas concretas y “ensucia” con realidades necesitadas. De salvación para traer sobre la transformación y la redención. “María es allí donde esos pescadores echaron sus redes, allí donde intentaron ganarse la vida”. El tercer aspecto es el encuentro. “Ese encuentro que llenó la vida de esos pescadores y les dio la certeza de que, en sus intentos y luchas, no estaban solos”.
En una entrevista, el Padre Nelson Antonio Linhares, misionero redentorista, recordó que la historia de Mãe Aparecida está profundamente entrelazada con la realidad brasileña. “Aparecida recuerda la protección de la Virgen María, su presencia materna y consoladora, vivida por esos tres pobres pescadores. Las redes vacías de los pobres casi se rompieron por la abundancia de peces tras la “aparición” de la imagen ennegrecida de la Inmaculada Concepción.” Desde entonces, esa pequeña imagen le ha recordado al pueblo brasileño la presencia materna de la Madre del Señor en nuestra historia y en nuestra Tierra. El P. Nelson llamó la atención sobre el hecho de que “este evento se desarrolló en un contexto de gran opresión generado por el colonialismo portugués en el que, sobre todo, los pobres, y más especialmente, la población negra sufrió grandes sufrimientos. Como en otras apariciones marianas, los pobres son los primeros beneficiarios de los favores y del mensaje de la Virgen, apuntando siempre a la conversión de todos al Evangelio de su Hijo Jesús”.
Hoy, más que nunca, estamos llamados a vivir la Esperanza. Según el Papa, “en Aparecida encontramos la dinámica del pueblo creyente, pecador y salvado, un pueblo fuerte y testarudo, consciente de que sus redes, su vida, están llenas de una presencia que le anima a no perder la esperanza; una presencia que se esconde en la vida cotidiana de los hogares y las familias, en los espacios silenciosos donde el Espíritu Santo sigue apoyando a nuestro continente”, y agrego, una presencia que sigue apoyando a nuestro Brasil. “Vivimos en una época llena de injusticias, necesidades y debilidades. La crisis de la pandemia ha revelado cuán fragmentada y deshumanizada está nuestra sociedad. Se siguen quitando vidas sin piedad”. ¿Dónde encontrar caminos hacia la esperanza? Nuestro “Dios es el Dios de la esperanza”, nos recuerda a San Pablo (Rm 15, 13). Y la Virgen de Aparecida, como en todas sus manifestaciones, quiere inculcar en todos sus hijos este mensaje: “¡Hagan lo que les diga mi Hijo!”.
El Papa Francisco concluyó, “Aparecida nos enseña que no debemos tener miedo de ensuciarnos en el barro de las vicisitudes de la vida, siempre y cuando volvamos la mirada al Cristo que es el centro de nuestra Esperanza. Si bien la realidad nos presenta cada vez más complejos y desconcertantes, debemos vivir como discípulos misioneros, hombres y mujeres apasionados por el Reino, deseosos de impregnar de Vida y Esperanza las estructuras de la sociedad. qué
María continúa guiándonos hacia su Hijo para que en Él tengamos Vida en abundancia” .
Por Hna. Maria Adelma Ferreira
Fuentes:
Carta del Papa Francisco a los participantes da XXXVI Asamblea General del Consejo Episcopal Latino
Americano (CELAM) – 9-12 mayo 2017 – San Salvador
PEDROSA-PÁDUA, L. “Teologia Mariana: Contribuiciones para la reflexión sobre la humanización de Dios” LINHARES, N. A. Trechos da Entrevista