Comenzamos una nueva temporada, el tiempo de Adviento, que dura cuatro semanas. Se nos invita a vivir la ESPERA, no una espera pasiva, sino una espera confiada. Y es Dios mismo quien pone la ESPERANZA en el corazón de cada uno de nosotros.
El Adviento nos invita a empezar de nuevo, y nos ofrece una nueva oportunidad para romper los hábitos, para romper las barreras que hemos dejado acumular y que nos impiden vivir una experiencia de cercanía con el Señor y con los hermanos. Necesitamos activar nuestra disposición, emprender, iniciar y recorrer con firmeza este camino para acoger al Dios que se hace humano.
Con la Encarnación, Dios se hace humano. Un amor tan grande por la humanidad que tiene como respuesta el anhelo del ser humano por Dios.
Dentro de la espiritualidad del Adviento está la oración y la experiencia de la esperanza cristiana.
En el Evangelio de este primer domingo de Adviento -Lc 21,34-36-, Jesús exhorta a sus discípulos a estar atentos. Necesitamos mirarnos de cerca a nosotros mismos y a la realidad que nos rodea y esforzarnos por discernir cuál es la voluntad de Dios que nos sensibiliza y nos motiva a vivir la verdadera ESPERANZA especialmente en este tiempo pandémico en el que estamos llamados a vivir la solidaridad como signo del Reino de Dios aquí y ahora.
