Todo ser humano tiene un propósito, tiene uma misión, y eso es sumamente importante en nuestra vida. Es lo que nos mantiene en pie. La misión es una respuesta, libre y consciente, a la llamada de Dios que se actúa en nuestra historia, aquí y ahora. Nuestra indignación con el mundo paradójico en el que vivimos, por un lado el avance tecnológico y por otro la exclusión, el hambre, el sufrimiento. Nos preguntamos ¿cómo vivir con esta paradoja? La búsqueda de esta respuesta puede ser un llamamiento de Dios. Somos llamados a revertir esta situación, pero para eso necessitamos buscar vivir una relación personal de amor con Jesús vivo. Solo así podremos responder a la misión en cualquier estado de vida en el que nos encontremos: el matrimonio, la vida consagrada, el sacerdocio ordenado y, en el día a día de nuestras vidas.
Les pregunto: ¿Qué puede hacer cada uno de nosotros hoy en esta época de pandemias? La enfermedad, el hambre, la exclusión, la muerte nos desafían; lejos de aumentar la desconfianza y la indiferencia, «la solidaridad es un elemento que pertenece a la esencia del ser humano». ¨(Leonardo Boff). En este contexto, Dios nos pregunta: «¿A quién enviaré? – y espera de nosotros una respuesta generosa y convencida: «Aquí estoy, envíame» (Is 6,8). Dios sigue buscando personas para enviarlas al mundo y a las naciones, para testimoniar su amor a todos.
Por Hermana Geralda Miranda – RMNSD
Misionera del Consejo Misionero Indígena (CIMI) – Fortaleza/CE