María está presente, haciendo visible su papel de madre cuidadora, participando en todos los momentos únicos de la vida de Jesús. Fue una «seguidora valiente» que actuó de forma discreta y perseverante, colaborando con la historia de la salvación.
Pensar en María con una mirada que acoja los acontecimientos y exprese ternura, nos permite reconocer la presencia de muchas mujeres que, de forma admirable, se comprometen y luchan por superar los desafios que se les impone debido a las desigualdades sociales.
El evangelista Juan describe que al pie de la cruz de Jesús estaba su madre. La escena de María al pie de la cruz es una expresión de su gran amor por Jesús. La que, habiendo participado en el «misterio de la vida» del Señor, compartió fácilmente también su entrega total.
La experiencia del Calvario fue para María un momento de permanencia con Jesús, mostrando toda su ternura a pesar del dolor. Es en Dios, donde muchas madres, después de perder un hijo, encuentran la fuerza para superar su dolor, permaneciendo serenas y seguras.
Cultivar nuestra experiencia de fe, siguiendo el ejemplo de María, nos permite ser una presencia significativa en la vida de las personas que el Señor pone en nuestro camino. Puesto que vivimos en una sociedad marcada por diversos sufrimientos, debemos ser portadores de esperanza.
Así, estamos seguros de la presencia de Nuestra Señora de los Dolores, Madre de la humanidad. Que ella, nos ayude a acoger el proyecto de Dios comprometiéndonos a defender la vida amenazada por diferentes situaciones.
Por Hermana Liete Rosa de Araujo
Fuentes: Evangelio de Juan, capítulo 19, versículos 25 a 27. Biblia Pastoral. Paulus, Brasilia-2014.
MURAD, Afonso. María toda de Dios y tan humana. Paulinas-São Paulo 2004