Ser misionero, un sueño que se ha hecho realidad

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«¡Misionero, este nombre me encanta!

Misionero, el ideal que me ha guiado…».

 

Sentí la llamada de Dios cuando tenía ocho años. Soy la hermana Nair Cardoso y deseo compartir un poco de mi vocación y misión en la Congregación de las Hermanas Misioneras de Nuestra Señora de los Dolores. Como decía, cuando tenía ocho años tuve la alegría de participar en las misiones populares redentoristas de mi ciudad.   Fui feliz en los momentos de actividad, de oración y de paseo.  Los misioneros hablaron de misiones entre la gente.   En un momento dado sentí un fuerte deseo de conocer a Jesús y su proyecto de amor. Cuando llegué a casa les conté a mi madre y a mi padre mi deseo de ser misionero como el grupo misionero redentorista.  Mis padres estaban atentos mientras yo hablaba y decía:

– Sólo eres un niño y todavía tienes que estudiar mucho antes de salir de casa.  Cuando crezcas, si todavía te entusiasma la labor misionera, te dejaremos ir a las misiones.  Puede estar tranquilo.

Tengo muchos recuerdos de esta época, el despertar a la vida misionera tras participar en una misión popular y también la devoción a la Virgen de los Dolores.

Al terminar la escuela primaria me fui a Itabira. Tres escuelas ofrecieron una beca para el curso de enseñanza. Luego me seleccionaron para estudiar en el Colégio Nossa Senhora das Dores. Empecé el curso en 1961 y lo terminé a finales de 1962.   Hasta entonces no había tenido mucho contacto con las Hermanas, pero mi deseo de ser misionero iba en aumento. Hablé con la Superiora del Colegio y se mostró dispuesta a prepararme para el ingreso en la Congregación.  A principios de 1963 fui admitido en la Congregación. En 1965, a mi regreso a Itabira para hacer mi aprendizaje, tuve la alegría de recibir mi madrina de confirmación.    Al llegar al locutorio del Colegio, se encontró con la imagen de la Virgen de los Dolores y me dijo

– Estás en este Colegio porque tus padres tenían una gran devoción por la Virgen de los Dolores.

Me dijo que estaba muy débil, y que cuando sólo tenía dos meses enfermé de meningitis. Gracias a la Virgen de los Dolores, me curé.  Mi madrina añadió:

– Hoy estás en la Congregación de las Misioneras de Nuestra Señora de los Dolores, un signo. No olvides nunca que tus padres te confiaron a María, Madre y Protectora.

Permanezco en la Congregación con la certeza de que Dios me ama y preserva mi vida hasta hoy. Era la señal que esperaba y confirmaba en mi corazón, desde la infancia, el sueño de ser misionero.  Y cada día le pido al Señor una sola cosa: ¡Fidelidad para siempre!