«Cristo nos salva y nos envía».

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El mes vocacional de este año tiene como tema: «Cristo nos salva y nos envía» y el lema «Quien escucha mi palabra posee la vida eterna» (cf. Jn 5,24). El tema de este año proviene de la Exhortación Apostólica Postsinodal del Papa Francisco, Christus Vivit.

La obra de arte del cartel es del padre Reinaldo de Sousa Leitão. Vemos en los trazos gráficos elementos como la necesidad de escuchar y discernir. Nos ha conmovido comprobar que el artista, al retratar a Jesús, quiere reafirmar la importancia del testimonio de la fe en las distintas vocaciones que están al servicio de la Iglesia y del Reino.

En la Exhortación Apostólica Postsinodal, el Papa presenta tres verdades: Dios que es amor, Cristo salva y Cristo vive.

La segunda verdad [Cristo salva] es que, por amor, Cristo se entregó hasta el final para salvarte. Sus brazos abiertos en la Cruz son el signo más precioso de un amigo capaz de amar hasta el final: «El que amó a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el final» (Jn 13,1).

San Pablo decía que vivía confiado en ese amor que se entregaba totalmente por él: «La vida que ahora vivo en la carne la vivo por la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gal 2,20). Y Cristo, que nos salvó de nuestros pecados en la Cruz con el mismo poder de su entrega total, sigue salvándonos y redimiéndonos hoy. Mira su Cruz, aférrate a ella, déjate salvar, porque «quien se deja salvar por él se libera del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento»[65] Y si pecas y te alejas, él te resucitará con la fuerza de su Cruz. Nunca olvides que «Él perdona setenta veces siete». Vuelve una y otra vez para llevarnos sobre sus hombros. Nadie puede quitarnos la dignidad que nos confiere este amor infinito y firme. Él nos permite levantar la cabeza y empezar de nuevo, con una ternura que nunca nos degrada y que siempre puede devolvernos la alegría»[66] Nosotros «hemos sido salvados por Jesús.

Nosotros «hemos sido salvados por Jesús: porque nos ama y no puede dejar de hacerlo. Podemos mezclarlo de todos los colores, pero él sigue amándonos y salvándonos. Porque solamente se puede salvar lo que se ama. Únicamente se puede transformar lo que se abraza. El amor del Señor es más grande que todas nuestras contradicciones, todas nuestras fragilidades y mezquindades, pero es precisamente a través de nuestras contradicciones, fragilidades y mezquindades que quiere escribir esta historia de amor. Abrazó al hijo pródigo, abrazó a Pedro después de que lo negara, y nos abraza siempre, siempre, siempre, después de nuestras caídas, ayudándonos a levantarnos y a ponernos de pie. Porque la caída real – ¡presta atención a esto! – la verdadera caída, la que puede arruinar nuestra vida, es quedarse en el suelo y no dejarse ayudar»[67] (Christus Vivit, 118-120)

Hay que trabajar la cultura de la vocación en nuestras comunidades como algo constitutivo de nuestro bautismo. De esta manera podemos ayudar a los jóvenes a discernir su camino vocacional y a convertirse más claramente en servidores del Reino.